En cuanto a vida conyugal

Entre inseguridades, baja autoestima, fracasos matrimoniales llenos de abnegación, compulsividad y hasta un abierto sadismo, se visten los personajes característicos de un entorno caribeño encantador. Gallinas y pollones, noveleras empedernidas, esperanzados delirantes, abusadoras sin perdón, viejos verdes, una serie de narradores conmocionados por los engorros de la vida pueblan los cuentos de Rodolfo Cárdenas, describiendo, entretanto, la multifacética psiquis interior de toda Cuba en trajines y habladurías del cada día.

La hermosa «Abusadora, me enteré» con sus cándidas pretenciones es un gran ejemplo de ello, colocándose entre los temas que mejor aborda a una de las protagonistas más presentes del escenario latinoamericano: La famosa Abusadora (aquí la letra)

¿Qué es una abusadora? Rodolfo encara la pregunta de frente al retratar el trágico matrimonio de una mujer tal, y un pobre negado a quien un oscuro lastre psicológico le va cayendo encima. Es una interesante perspectiva del funcionamiento conyugal, con ciertas nociones sobre el hombre que vive cerrando los ojos a la realidad y la mujer que proyecta sus penas y achaques al más cercano, desquitándose con su pobre marido cuando «otro fue el que [le] hizo daño»...

La musicalidad de Cárdenas se revela en un cuerpo florido de melodías. Todas las estrofas se suceden con un sentido compositivo muy provechoso. Los últimos son particularmente inspirados (además, en términos literarios sirven de antimoraleja):

También sé, que en asuntos de marido y mujer
sale mal el que se quiere meter
y lo siento por mi amigo

Pero bueno, resignación hay que tener,
así es la vida, qué vamos a hacer,
cada cual con su destino… (audio 5)

La graciosísima «Shopimaniaca» es, por su lado, un risible relato de una despilfarradora, narrado por un esposo desesperado pero de buen corazón, que se hace de la canción para denunciar los hábitos malsanos de su mujer:

Es una shopimaniaca,
De ésas que no tiene cura
Y si me guío por ella
Me lleva a la sepultura. (aquí para la denuncia entera)

El cuadro en sí abre durante la luna de miel, cuando el destinado a muerto de hambre descubre que su flamante esposa ha vaciado sus ahorros en el Ten Cent, almacén de baratijas. Los síntomas son de lo más conocidos, sobre todo en nuestros trópicos noveleros, y en fin, el marido desconsolado no llora la repentina desaparición de su media naranja, sino que el subsecuente infortunio financiero que lo arruinará una vez que la terrorífica gastasueldos arremeta las tiendas. La música contradice pues no muestra en nada ofuscamiento ni tristeza, sólo una alegre cadencia que sólo invita a sonreír la vida.