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Ilán Greenfield - Timba en Disneylandia - 19 de junio, 2004
Parte I - EL CLAN e invitados
La organización de la noche «cubana contemporánea» versión Disneyland Paris fue todo un éxito, exceptuando una que otra pasada de mano en cuanto a seguridad. Hablamos principalmente del celo con que se filtraba el acceso a la sección VIP, a la cual le fue prohibida la entrada al propio Kelly Valdivia, vocalista principal de El Clan. 15 minutos no le bastaron para convencer a los macucos «porteros» que su persona era imprescindible para la banda que desde hace meses se anunciaba en afiches por todo París, y aun con los testimonios de otros compañeros de equipo que llevaban juiciosamente sus pases de artista alrededor del cuello y habían cruzado la frontera impuesta sin mayores contratiempos, no fue hasta que alguien «creíble» de la producción aclare el asunto que lo dejaron entrar.
El Clan tocó la primera mitad de un concierto muy esperado por amantes de la «onda latina» parisinos y demás cubanos expatriados en Europa, utilizando una imagen jóven y atlética como boleto al corazón de una multitud que los conocía muy poco. Corista «El Chiry» comentó estar muy satisfecho con la asistencia que rebasaba sus expectativas, haciendo su única presentación en tierra europea un excelente primer recuerdo para el futuro. El lleno era aún más impresionante dada la estructura angosta de la pista y El Clan, puede decirse sin incurrir en hipérboles, logró animar la fiesta adecuadamente para el tan anticipado plato fuerte que sería posteriormente Los Van Van. Los cinco hombres (dos bailarines, tres cantantes) que se situaban en la avanzada, liderados precisamente por Kelly Valdivia, sólo presentaron 4 piezas antes de dejar la posta a Haila primero y luego Dayron (que no fue acompañado, como alguna vez se anunció, por su propia agrupación «El Boom»). Los músicos, sin embargo, se quedaron hasta el final para acompañar el relevo de intérpretes. Kelly y su equipo volvieron para cerrar la participación de El Clan a dos horas de haberse iniciado el concierto.
Decir que El Clan es una banda pop para quinceañeras sería fácil acepción dadas ciertas características de la orquesta. Existe una inclinación bastante clara hacia el espectáculo coreografeado que vemos en toda una línea de cantantes solistas del hit-parade norteamericano, compaginable con audiencias jóvenes, dígase adolescentes o acaso ingenuas de música. La indumentaria y letras también se suman a esta misma estirpe de entretenimiento formuláico que tanto terror le causa al músico de reflexión. Pero es necesario, pienso yo, aclarar que dichas distracciones escénicas no merman en absoluto la calidad arreglista de Pedro Camacho. Los tumbaos irrumpen de una manera muy particular a él, con una juventud deseosa de darse a conocer, y ello puede en ciertos momentos brillar por su creatividad. Valdría quizás realizar un frío análisis para destacar dichos instantes con detenimiento, pero a simple vista siempre que se modula a una nueva sección, la potencia que inyectan estos jóvenes músicos no es sino prometedora. El trío conga-bajo-piano, los tres que sobrevivieron la partida de Carlos Manuel a Miami, aseguran experiencia y calidad a una de las orquestas jóvenes de La Habana que guarda en sus venas una buena dosis de porvenir.
El momento escénico de los invitados, sin embargo, fue limitado a dos canciones por cantante, e indudablemente fue Haila la que más impacto tuvo con el público, seña evidente de su mayor experiencia no sólo como estrella de escenario pero también como cantante autónoma. Dayron no tuvo ni el tiempo ni la lucidez suficientes como para meterse el público en su bolsillo. Su estilo no se mezclaba con la ya asimilada identidad de la banda de reparto (además no cantó los temas más populares, decidiéndose por la mansedumbre de un tema como «Dos Gardenias») y se retiró sin causar mayor revuelo. Haila, como veníamos diciendo, cantó y se bamboleó con suma eficacia, incitando al público para que en últimas instancias la llamaran de vuelta al escenario. El bis, como algunos hubiesen querido que lo sea, fue «Yo no me parezco a nadie». Camacho propuso algunos giros musicales novedosos, algo pálidos frente a ambas versiones que bien conocemos de Azúcar Negra y Bamboleo. Quizás necesitaremos más tiempo para procesarlos. En todo caso, sus intenciones de apropiarse el tema emblemático por vías melódico-armónicas fueron aplacados por la propia timbera que prorrumpió con fortísima voz y carisma insuperable. Haila ha podido adelantar ciertos puntos con los músicos de El Clan, aparentemente están ya trabajando juntos para montar un mayor repertorio. Pero el regreso de Kelly y su química con coristas Abelito y El Chiry y los dos bailarines, sólo evidenció algo totalmente obvio: es mejor escuchar una banda ensayada de años que cantantes con orquesta de turno. Se nota a flor de piel, en las sonrisas de los músicos, en el desembarazo y confianza del grupo, que se divierten más con música trabajada que como meros instrumentos de acompañamiento.
Durante el intermedio
Sumamente a gusto descendió El Clán del escenario para beneficiarse sus integrantes de bebidas y bocadillos ofrecidos por la producción. La fiesta ya estaba encendida y la gente ansiosamente esperaba a Los Van Van en todo su esplendor. Varios músicos, e inclusive el portavoz y manager del grupo Guillermo Morejón, cambiaron algunas palabras con Timba.com, visiblemente entusiasmados por estar en París y por haber tocado ante un público tan numeroso en tierra ajena. Como hemos indicado arriba, no se esperaban un recibimiento tal, aún si se trataba, en últimas instancias, de un concierto de Van Van. Adelantaron algunos datos de su nuevo disco, con título «Ese Soy Yo», que ya ha sido grabado en estudios y que pronto, esperamos, tendremos en manos. Palacio recordó su devenir timbero y habló con alguna desilusión en la voz de sus lejanos vínculos con Francia, aquélla participación en el proyecto Mónica y su Mécanica del cual nunca más tuvo noticia. Pero sus ojos brillaban aún de la energía que le significó su actuación minutos antes y se sentía en el aire que Van Van se aproximaba. Fue precisamente al momento de comentar el orgullo que para ellos les era compartir el escenario con la orquesta madre de todas las orquestas bailables de Cuba que empezaron a retumbar los bombos y platillos de «Permiso que Llegó Van Van». Todos enfocaron entonces el escenario para venerarlo.