Parte II - LOS VAN VAN

redacción: Ilán Greenfield ©2004

Juan Formell, distinguido y alegre como de costumbre, apropiadamente vistiendo lentes oscuros como podemos apreciar en la foto arriba, se revisó inmediatamente al bello bajo blanco para un tema que desde su concepción no ha faltado en los conciertos del «Tren»: Permiso que llegó Van Van. Mucho se ha hablado de su estado de salud y del hecho que a veces no viaja siquiera con la orquesta. Para nosotros estos rumores no tienen mayor solvencia pues el padre fundador estuvo sumamente presente todo el largo del concierto. A ratos un reemplazante tomaba su posta en el instrumento, esto ya hacia la mitad, pero en ningún momento lo vimos retirarse, más bien, en estas instancias aprovechaba para dirigir a sus pupilos, cantar coro o simplemente gozar la música a un costado. Su alma risueña iluminaba una oleada cálida y reconfortante de una de esas bandas que cumple su labor escénica como muy pocas, que en cada representación arriba a ese equilibrio mágico lúdico-espiritual que tanto la destaca en el mundo. Los muchachos del Clan que descansaban después de su presentación, revelaban dicha realidad en sus rostros admirados y su pasión por la música que despedía el escenario. Era una verdadera fascinación la que sentían por la orquesta que los vio crecer.

Nos deleitamos entonces con un ameno potpourri de los setentas-ochentas que incluyó temas como «Candela» y «Por no verte llorar» y el más reciente «Timpop con Birdland» antes de poder gozar los inéditos que tanto nos han llamado la atención últimamente. El primero de estos, «Anda ven, quiéreme», una verdadera joya musical cantada por el flamante recluta Lele Rosales, fue una explosión de calidad y entusiasmo; principalmente por parte de Lele que extendió sus soneos e improvisaciones 10-15 minutos sin nunca exagerar sus cuerdas vocales en pos de impresionar al público.

... y es que todos los nuevos temas son exquisitos. No hay otro calificativo. Especialmente «Agua», durante el cual los cantantes del Clan, ya totalmente extasiados, empezaron a corear las guías como si fuera canción propia. Durante la canción también se montaron al escenario cuatro mujeres experimentadas en esto de bailar songo con timba para lucirse en solo, una por una, mientras Mayito azuzaba sus movimientos. La última, una mulatona sensacional en escueto vestido rojo, despedazó las retinas de todo aquél que no haya visto antes a una cubana de la nueva generación bailar el despelote. En este nuevo baile se encuentran las merengadas contemporáneas con los bailes tribales de la madre Africa. Mayito se mostraba contento de sobremanera ante el gran desenvolvimiento de su compatriota. Se notaba la energía desbordante del exilio, como nos lo sugirió en uno de los coros el propio Mayito Rivera, de personas que nostálgicas llegan en masa a conciertos como éste para rememorar su patria, su familia, sus raíces, recuerdos y olvidos.

El himno afrocubano «Soy Todo» fue sin lugar a dudas el momento cúspide de la noche. Musicalmente por encima quizás de su glorioso pasado como canción, Soy Todo está llegando a niveles sin precedentes. Creo que si siguen concentrando su fuerza en esta canción terminaremos amaneciendo en las nubes. ¡Gracias Mayito, gracias Van Van! Es lo único que puedo decir. Todos han logrado una comprensión total de ese poema tan sentido, pero en fin, ajeno, y eso también contribuye a la hazaña.

Durante la primera mitad de la noche, El Clan habría tenido el privilegio de tocar con un sonido justo. Esto desafortunadamente no fue el caso para Los Van Van. Los cantantes en sí claramente evidenciaron su molestia, de hecho hablaron de fallas en los monitores que no les permitía escuchar lo que hacían en el escenario. El público también habrá notado la falta de nitidez que hacia la mitad no sabemos si mejoró o si fue, como sucede a menudo en conciertos, que nos fuimos acostumbrando. Este hecho no fue para nada invalidante en realidad. La música vibró y sacudió a todos, y sin contar las muecas desaprobatorias de los cantantes, no afectó el espectáculo en lo absoluto.

Los Van Van está en un lugar muy especial hoy en día. La orquesta quizás nunca olvide a Pupy Pedroso, pero ya en el 2004 vemos que se ha repuesto en su mayoría de su partida. En «Cucurucho» notamos una cadencia singular que es ingrediente indispensable en la rítmica de las nuevas canciones. Van Van ha hallado finalmente su nueva dirección que por un momento pensábamos algo dudosa y alicaída. Yeni Valdés como siempre tuvo la oportunidad de mostrar su cálida cubanía con «Mi Mimi», y en su interpretación escuchamos cuánto ha beneficiado de un ambiente musical tan prolijo como aquél de Van Van. Una rumbera que progresa paulatinamente y continúa su camino hacia la estelaridad, Timba.com también le desea a ella lo mejor. Como era de esperarse, Van Van fue llamado para un bis y fue de la mano del sublime Roberto Hernández que se coronó una noche verdaderamente inolvidable. «Ven Ven Ven» vio a un Guayacán inspirado y enérgico (quizás más aquí que durante el resto del concierto) que dejó a todos tristes de que era ya hora de despedirse.

La música de Van Van siempre lleva esa semilla épica y sentidamente profunda que saca lágrimas y conmueve pálpitos. Agradecemos a los promotores y productores de este concierto, Radio Latina y todos aquéllos que pensaron en Van Van para representar a América Latina en un evento tan difundido y bien organizado. Con la promesa de que volverá a suscitarse pronto, dejamos atrás esta fugaz visita cubana en miras de otras que gocen de similar atención...