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SpanishEnglishDiscography - 1997 - Tremendo delirio
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El Escenario: La Habana, 1997
Es 1997, la timba en La Habana ha alcanzado su punto álgido. Las innovaciones de NG La Banda y La Charanga Habanera han sido asimiladas en su totalidad por la nueva generación de timberos y surge de esto una serie de conjuntos musicales llenos de promesa. El grupo de Issac Delgado que habría escindido de NG se divide en dos con el nacimiento de Klímax. El gran descubrimiento de José Luis Cortés, Manolín «El Médico de la Salsa» González consolida su grupo. Los miembros más creativos de las bandas de antaño empiezan a batirse por cuenta propia: de Dan Den y Opus 13 se juntan Pablo Fernández y Juan Ceruto para formar Paulito FG y su Élite; de Pachito Alonso sale Lázaro Valdés y Vannia Borges para dar vida a Bamboleo; de Maravillas de Florida surge Manolito Simonet y organiza Manolito y su Trabuco; de Los Van Van se gesta un Van Van más poderoso, acorde con los tiempos, reformulado con miembros de Pachito Alonso (Roberto Hernández), Issac Delgado (Boris Luna y Samuel Formell) y La Charanga Habanera (Pedrito Fajardo). Y de los conservatorios fluyen legiones de músicos jóvenes y brillantes, instruidos con rigor y sumamente motivados por alcanzar el éxito como el caso de Mayito Rivera, Joel Paez, Joel Domínguez, Alain Pérez, Ivan Melón González, Sergio Noroña y tantos más -- más de lo necesario para que cada una de estas bandas se organice como su propia Orquesta Todos Estrellas. Estos jóvenes intérpretes también se sienten estimulados por la nueva oportunidad de escapar la pobreza del «Período Especial», se sienten azuzados por la dura competencia de hallar empleo en un medio elitista, y se sienten inspirados por el poder y originalidad de la música en sí. Son atrevidos, algo confianzudos, pero hambrientos y dispuestos a ensayar incansablemente, dando de sí todo su poderío musical y creativo para hacer de cada arreglo y composición un esfuerzo colectivo de la más alta calidad.
Estos grupos despachan una composición brillante tras otra y en la entreverada, altamente regionalista ciudad de La Habana, su proximidad instiga el tipo de frenesí creativo que tanto ha tipificado otros grandes movimientos musicales a través de la historia. Los músicos se provocan entre sí para inventar algo más grande de lo que ninguno de ellos hubiese imaginado jamás y la emoción que esto les produce se propaga exponencialmente. Existe, además, un profundo sentimiento de que los susodichos timberos han descubierto colectivamente una fuente inagotable de inspiración musical, lo cual resulta en una fuente inagotable de genios musicales de escasa edad con la capacidad de engendrar y ejecutar con confianza absoluta todo tipo de tumbaos inéditos e inpensables, haciendo uso de una intensidad rítmica que aparentemente nadie más en el planeta podría acceder. Y el éxito creativo es remunerado con un éxito financiero importante. Los directores de orquesta y los sitios nocturnos empiezan a recibir sumas holgadas de dinero, y no sólo según el nivel de vida cubano. La timba se vuelve en una manía y parece que sólo es cuestión de tiempo antes de que este imperio se tome el mundo por asalto. Y realmente no había razón en aquel entonces para imaginar que el mercado mundial de la música latina considerara la discreta tradición folclórica de la Buena Vista Social Club más de su agrado.
Durante los días embriagadores del '97, la timba se impulsaba con inercia vertiginosa y en el ojo de su huracán, en el meollo de este tremendo delirio, la Charanga Habanera original lanza su ansiosamente anticipado cuarto trabajo discográfico. Ni ellos ni nadie hubiese soñado siquiera que sería el último.